El riesgo de crédito proviene de la
incertidumbre sobre una posible pérdida potencial que asume el agente económico
acreedor o prestamista como consecuencia del incumplimiento de las obligaciones
contractuales del deudor o prestatario establecidas en las cláusulas de una
operación financiera de crédito.
Bessis (2003), señala que el riesgo
de crédito de los activos financieros que componen la estructura económica de
la entidad financiera presenta dos vertientes en función de la cartera a la que
pertenezcan dichos activos financieros, las cuales dan lugar a sendas
definiciones de la variable aleatoria “pérdida asociada al riesgo de crédito”.
Así, el riesgo de crédito de los activos financieros que componen la cartera de
inversión tiene su origen en la incertidumbre existente sobre un único suceso,
que es el impago, el cual puede producir una disminución en el valor económico
de los activos financieros.
En cambio, el riesgo de crédito de
los activos financieros que componen la cartera de negociación procede de la
incertidumbre existente sobre varios sucesos que afectan al valor económico del
activo financiero y que son, principalmente, la disminución de la categoría
crediticia del deudor, incluyendo entre otros, el suceso impago y el incremento
del diferencial entre el tanto de rentabilidad de los activos financieros de la
cartera y de los activos financieros libres de riesgo.
El creciente interés que el riesgo
de crédito despierta en los académicos, los profesionales y los organismos de
supervisión y control de la actividad financiera, se debe a las razones
siguientes:
- La
legislación aplicable a las entidades financieras, que les obliga a tener en su
estructura financiera unos recursos financieros que sean suficientes para
compensar las pérdidas asociadas a los riesgos financieros asumidos inherentes
al ejercicio de su actividad.
-
El fenómeno de la desintermediación financiera.
- El
incremento de la competencia entre los intermediarios financieros y, en
consecuencia, la reducción de los márgenes de intermediación.
-
El incremento estructural de los impagos.
-
Los cambios que han experimentado los activos que garantizan la devolución de
los créditos, los cuales, en el ámbito del riesgo de crédito, reciben la
denominación de colateral.
-
En los últimos años, el valor medio esperado de estos activos ha disminuido, y
se ha incrementado su dispersión.
-
El aumento, tanto en número como en cuantía, de las operaciones que no tienen
representación en el balance de situación de las entidades financieras.
La información que pueden obtener
las entidades financieras para medir el riesgo de crédito es escasa y limitada.
Las principales razones de esta falta de información son las dos siguientes:
a) Los sucesos relacionados con el
riesgo de crédito en general, y con el impago en particular, son poco
frecuentes. Esto supone que el número de observaciones disponibles para la
determinación de las variables fundamentales en la medición del riesgo de
crédito es reducido, complicando la utilización de los métodos y modelos
empleados en la medición del riesgo de crédito.
b) La información sobre las
variables explicativas de las variables fundamentales en la medición del riesgo
de crédito está disponible en instantes del tiempo que distan bastante entre
sí. Éste es el caso de las cuentas anuales de las empresas, que se publican con
periodicidad anual, o de los informes elaborados por diversas entidades
públicas y privadas sobre variables macroeconómicas y sectoriales, que se
publican con periodicidad anual, trimestral o mensual. En la práctica, el
riesgo de crédito lo cuantifican una serie de sociedades profesionales
dedicadas a la evaluación o calificación (agencias de rating), esto es, juzgan
la probabilidad de que una entidad pública o privada o incluso un Estado tengan
la capacidad para liquidar en las fechas de vencimiento sus obligaciones de
pago o pasivos financieros (el principal más los intereses adeudados por el
fraccionamiento y aplazamiento de la deuda). Realmente, al calificar una
emisión o un conjunto de ellas, lo que se califica es el grado de solvencia del
emisor, distinguiendo entre el corto y el largo plazo.