La diferencia clásica existente
entre riesgo e incertidumbre radica en que una situación con riesgo es aquella
en la cual se puede asociar una función de probabilidad a los diferentes
valores que la rentabilidad de un
proyecto puede tomar y, una situación con incertidumbre es aquella en la cual
no es posible asociar dicha función de probabilidades.
• El
riesgo es la dispersión de la función de probabilidades asociada con el
rendimiento económico
• La
incertidumbre la relacionan con el grado de certeza de que la variabilidad del
rendimiento económico se ajuste a una determinada distribución de
probabilidades.
El riesgo está asociado con la
variabilidad a la que está sujeto el rendimiento económico, la cual puede ser
tomada en cuenta en análisis rigurosos mediante una función de probabilidades
La incertidumbre en cambio, es el
mayor o menor grado de conocimiento que se tiene sobre los eventos futuros lo
cual influye directamente en la evaluación del riesgo; por lo que mientras
mayor sea la incertidumbre menor será la posibilidad de cuantificar
correctamente el riesgo, y, en consecuencia, mayor es la posibilidad de cometer
errores en el proceso de selección de inversiones.
En virtud de esta íntima
vinculación entre el riesgo y la incertidumbre de un proyecto de inversión no
suelen diferenciarse en su evaluación.
Cuando las variables no toman un
único valor sino varios, pero la probabilidad de ocurrencia de esos valores es
exactamente conocida, nos encontramos en un contexto de riesgo.
Se da cuando existe cierto número
de estados naturales cuyas probabilidades de que se produzcan son conocidas por
quien toma las decisiones. Esta clase de decisión o acuerdo se denomina toma de
decisiones en estado de riesgo. Un ejemplo típico son los riesgos climáticos en
agricultura, capaces de tratarse probabilísticamente dentro de cierta área o
nivel de referencia.
Cuando hablamos de riesgo, tenemos
en cuenta dos factores muy importantes: las características de una empresa o
empresario y la faz subjetiva del factor riesgo. Hay empresarios que son más
arriesgados que otros; como consecuencia de ello, la definición de objetivos de
la empresa y la forma de encarar la actividad va a estar seriamente
condicionada por la actitud que tiene el individuo frente a determinados
riesgos. La actividad y forma de desarrollarla depende en gran medida de las
concepciones particulares del riesgo. Así, hay empresas que van a hacer una
mezcla (mixto) de productos muy variados, para diversificar y tener menor
posibilidad de fracaso, mientras que otras van a apostar a un solo producto.
Un ejemplo muy claro es cómo juega
un apostador a la ruleta: los más conservadores no juegan todo lo que tienen
sino una parte, la que dividen en muchas jugadas apostando, por ejemplo, a
oportunidad y dentro de oportunidad a varias alternativas; otros al contrario,
apuestan todo lo que tienen en una sola jugada y a un solo número. En el primer
caso el riesgo es menor pero, a su vez, la ganancia también es menor, en cambio
el que apuesta todo a una sola jugada tiene muchas probabilidades de perder,
pero si gana cubre ampliamente su apuesta. Vemos que el modo de distribuir las
jugadas depende de la personalidad de cada individuo.
Si cambiamos el concepto de juego
por el de producción llegaremos a las mismas conclusiones.
El apostador o empresario debe
resolver que hará: pone todo en una actividad, se dedica a un rubro con
exclusividad, mantiene reservas por si algo sale mal, divide el riesgo haciendo
una mezcla de inversiones o producciones distintas, etc.; la decisión de como
habremos de apostar a este singular tablero es fundamental en cada proyecto, y
todas las variantes son válidas dependiendo de cada individuo.
Cuando además de prever los
posibles resultados futuros asociados a una alternativa, se les puede asignar
probabilidades, aunque sean subjetivas, a cada uno de ellos, entonces se dice
que se encuentra frente a una situación bajo riesgo. El riesgo es aquella situación
sobre la cual tenemos información, no sólo de los eventos posibles, sino de sus
probabilidades.
Cuando en el contexto de las
Finanzas se habla de riesgo, muchas personas piensan sólo en los mecanismos que
diseña la ingeniería Financiera para protegerse del riesgo implícito en ciertas
operaciones financieras. Estas están más relacionadas con actividades
especulativas, de inversión de excedentes de tesorería, por ejemplo. El
contexto en que se maneja esta idea está relacionado con lo que ocurre después de
que se emprende un proyecto, por ejemplo. Pero no se puede soslayar el estudio
del riesgo del proyecto mismo, que es el objeto de estudio de este libro. Los
riesgos asociados a una alternativa de inversión tienen diversas causas y hay
que “vivir” con sus efectos. Si se intenta predecir un evento, pueden
intervenir tantas variables, que a su vez, generan otros tantos elementos que
se deben predecir, que es una especie de explosión de un árbol que se ramifica
hasta el infinito. Por ejemplo, en la demanda del mercado por un bien o
servicio, se deben tener en cuenta la disponibilidad de dinero de la gente, sus
gustos, la obsolescencia, la innovación tecnológica, el desempleo, la
inflación, la tasa de cambio, las tendencias demográficas, la moda, el clima, etc.
Y todo esto, a su vez, depende de muchos otros parámetros. Todo esto se
constituye en causa de riesgo. Y lo único que se puede hacer es tratar de
medirlo; una vez medido, hay que asegurarse de haber tomado todas las
precauciones posibles y esperar a que ocurra lo mejor.
Si el resultado es que la
probabilidad de éxito es muy baja, sólo por suerte se puede esperar a que salga
bien. Y allí no hay poder humano que pueda influenciar a la suerte para que sea
favorable.